En vez de seguir, voy a retroceder a Miraflores de la Sierra, porque se me olvidó una cosa.
Mi tío tenía, como ya sabéis, dos vacas, que eran bueyes que tiraban de una carreta, y se llamaban Primorosa y Clavellina, me dejaba ir delante de los bueyes con una varita dirigiendo, y eso me encantaba. También tenía un perro, que no sé cómo se llamaba. Y un día, no digamos que me escapé de casa…, mi tío vivía en Miraflores, que le llamaban las peñas porque las únicas casas que había allí estaban encima de piedra maciza, y yo bajaba por un senderito y según bajaba había allí un chalé a mano izquierda, donde había dos hermanas, no sé si eran solteras pero muy simpáticas, que siempre me agarraban y me daban una chuche a la bajada y otra a la subida. Me cogían muy cariñosas, me daban un achuchón y alguna chuche, no sé si eran caramelos, chicles, no sé, de eso no me acuerdo. Bueno, y me bajé al pueblo y mi tío se asustó, mi tío Paco, y bajó a buscarme con el perro. Yo que le vi en la plaza y sabía que me venía buscando, me parece que tenía entonces 6 años y medio, como mucho 7, vi que venía mi tío y yo me escondí detrás de una columna del Ayuntamiento, unas columnas de piedra y allí escondidito, esperé a que pasara mi tío. Pero mira por donde, el perro se puso detrás de mí a menear la cola, y mi tío al ver el movimiento de la cola del perro, supo que estaba allí. Me cogió de una oreja y me subió a casa. A propósito, Miraflores de la Sierra era famoso en Madrid por su requesón, requesón de Miraflores. No sé si lo habéis probado con azúcar.
Ayuntamiento de Miraflores de la Sierra
De Gárgoles de Abajo solamente tengo que decir que allí había una cueva, donde yo dormía, y cerca del cabecero de la cama, pegado a la cama, había un bidón de aceitunas, y me ponía yo…. Por eso me gustan tanto. Metía la mano, sacaba, no me tenía ni que levantar de la cama. Eso sí, creo que dan mucha sed, pero de eso ya no me acuerdo.
Ahora sí, ya me paso a Madrid. ¿Qué pasó en Madrid? Teníamos que hacer colas, existían unas cartillas de racionamiento, unos sellos eran de aceite, otros de legumbres, y esas cosas. Yo de lo único que me acuerdo, es que mi madre me sentaba en la mesa que teníamos, con un hule y me hacía limpiar las lentejas, que había más piedras y bichos que lentejas. Nos las cocían con un chorrito de aceite nada más, es de lo que me acuerdo.Y como a gato goloso se le quema el hocico, os voy a contar una cosa. En el piso de arriba, en la calle Maldonadas, había una pequeña despensa con unos vasares y allí tenía mi madre una botella con vino dulce, y yo de vez en cuando, como la despensa estaba a oscuras, entraba y le daba un chupitín y la volvía a poner. Eso de vez en cuando, no todos los días. Un día, pues vuelvo a las andadas, meto la mano, cojo la botella, doy un sorbo y “Dió” … ¿sabéis lo que había? Pues a mi hermana Rosa le tenían que hacer un análisis de orina y mi madre usó la botella del vino dulce, y me puso el orín. Por eso os digo que a gato goloso se le quema el hocico.
Bueno, pues ya estoy en Madrid, mi madre muchas veces me mandaba a las panaderías del contorno a ver si quedaba algo de pan, y algunas veces si y otras veces no.
Otra historia curiosa, un día llegué a una panadería y había muy poca gente en el mostrador, cuando miro al suelo y me veo un billete de 5 pesetas de papel, me agacho, yo mi bolsa que llevaba la dejé caer, y cogí la bolsa y el billete, ¿y qué se me ocurrió hacer? Porque yo no tenía bolsillos, pues metérmelos en la zapatilla. Y yo tan contento vuelvo a mi casa con mis 5 pesetas ahí, y cuando me quito las zapatillas, el billete se había deshecho con el sudor del pie. Hecho trocitos, mi gozo en un pozo. Esas son las cosas que yo hacía.
Y bueno, lo de la escalera, los 127 escalones, bajar… ¿sabéis como los bajaba? En cada piso había tres barandillas. Y yo bajaba por encima de las barandillas, yyyyy… ¡pum! me subía a la otra barandilla, resbalando, pero subir, tenía que subírmelos andando. De lo que más me acuerdo es que mi madre tenía que fregar los 127 escalones una vez al mes, y barrerlos todos los días, y claro, vais a decir, que los últimos pisos pues cada vez más limpios, ¿no? pero los primeros estaban muy sucios.
También tengo que deciros que en el portal de la calle Maldonadas había un portón grande, y había una puerta de cristal que mi madre siempre la tenía recogida y atada con una cuerda, para que no estuviera todo el día abriendo y cerrando. ¿Y qué pasaba? Que allí, entre la pared y la puerta, las estraperlistas guardaban el pan, el aceite, o lo que tuvieran que vender de estraperlo, lo cual, que Dios me perdone, que hay un mandamiento por ahí que dice que no robarás… yo ahí pequé muchas veces. ¿Qué les quitaba? No botellas de aceite, pero sí chuscos de pan, de esas muchas, y no creo que hubiera más que robarles, porque no me podía llevar una botella de aceite ¿qué iba a hacer con una botella de aceite? El caso es que…. Así pasó la cosa. 12
También tengo que decir, que ciertos días a la semana venían unos hombres a vender pipas de girasol, y había cola para comprarlas, porque no había pipas. Decían que venían de Tarancón, provincia de Cuenca. El caso es que formaban unas colas para vender eso…
Luego había unos señores que les llamábamos los traperos, que se diferenciaban de los demás porque llevaban sobre el hombro una funda de un colchón. Estos colchones ya no existen, eran a tiras rojas, azules y blancas. Iban comprando muebles viejos o cosas de valor. En otro capítulo ya os diré que pasaba con los traperos.
Bueno, hoy como es tarde, os voy a dejar para otro día. Si se me ha quedado algo en la memoria, ya lo veré, quedarme, me queda mucho.
Bueno mira, ya que he hablado de los traperos, me voy a confesar ante vosotros. En el piso de arriba, donde mi madre, había encima de los demás vecinos unas buhardillas, lo que hoy día se llaman trasteros, pues allí guardaban los inquilinos sus cosas. Cada uno tenía un trastero y guardaban allí cosas viejas: cuadros, estatuas, mil cosas, y la escasez…. Porque en otra ocasión os contaré la escasez que había…las cosas que había…
Reformatorio Santa Rita
Al morir mi madre a mí me sacaron del colegio, claro no podía estar en el colegio y estuve una temporada en esa casa, mientras que el dueño miraba a ver cómo sustituir a mi madre en la portería. Nosotros no podíamos seguir allí, durante ese tiempo, mi hermana, se dedicó a desvencijar alguna bohardilla, el trapero subía, se llevaba libros, y me los pagaba. En casa se necesitaba comida, con ayuda de mi hermana Elena y el consentimiento de mi hermana Rosi, vendieron muchas cosas de esos trasteros. Generalmente siempre había que romper la cerradura o el candado, y así quedaba la cosa. Se vendió mucho, hasta que nos descubrieron, claro. Pero mientras, nosotros comíamos y luego ya fue la hecatombe, y fue cuando me mandaron a mí al reformatorio, antes llamado Santa Rita, 3 que antiguamente era un reformatorio de niños malos de padres ricos. Luego se convirtió en el Sagrado Corazón de Jesús de los Terciarios Capuchinos, que era otra dependencia donde ya estuve los otros 5 años.
Esto que te estoy diciendo, fue después de la muerte de mi madre, cuando quisieron y pudieron quitarnos la portería, porque no podía estar la portería con un chico mayor que tenía 19 años, y no quería ser portero, y mi hermana Rosi tampoco y mi hermana Mari menos y mi hermana Elena y yo pues, por supuesto… no nos permitían llevar una portería.
Marino, 1944. Su época del reformatorio, a los 18 años, el más alto.
Bueno, se me olvida la edad mía, quizá eran 14 años, quizá no cumplidos, porque de 8 a 14 van 6 años, los que estuve en San Ildefonso y luego pasé al otro colegio, pero de ese colegio ya hablaremos más detenidamente.
La posguerra fue muy mala, hablan de las guerras… durante la guerra siempre hay suministros, material, medicamentos, pero en la posguerra ya no existe nada eso, escasea y mucha gente venía de los pueblos, que eran los únicos que podían tener algo, con pan, con judías, con esas cosas.
Próximo capítulo número 3, en el colegio reformatorio, regido por Terciarios Capuchinos, el Sagrado Corazón de Jesús.
Yanire enhorabuena por este proyecto que has creado. Me encanta leer las historias de estas personas llenas de autenticidad y de historia vivida.
Esperando seguir leyendote
Muchas gracias Pilar, la verdad es que es un proyecto muy bonito, y lo estoy disfrutando mucho. Seguiré publicando todas las historias que pueda, creo que ellos también les gusta contarlo y siendo estuchados y leídos.
Muchas gracias Carmen, me encanta ver que te gusta, y a Marino le hará ilusión saberlo también.
El tercer capítulo viene cargadito de nuevas aventuras y relatos de su vida, que nos muestran la dureza de la guerra, pero sobre todo, de la posguerra.
Gracias de nuevo,
Yanire Ramos
Yanire enhorabuena por este proyecto que has creado. Me encanta leer las historias de estas personas llenas de autenticidad y de historia vivida.
Esperando seguir leyendote
Muchas gracias Pilar, la verdad es que es un proyecto muy bonito, y lo estoy disfrutando mucho. Seguiré publicando todas las historias que pueda, creo que ellos también les gusta contarlo y siendo estuchados y leídos.
Yanire Ramos
Enhorabuena de nuevo. Es casi un relato picaresco al estilo del Lazarillo de Tormes, el relato de este buen hombre. Un superviviente. Tomemos nota.
Muchas gracias Carmen, me encanta ver que te gusta, y a Marino le hará ilusión saberlo también.
El tercer capítulo viene cargadito de nuevas aventuras y relatos de su vida, que nos muestran la dureza de la guerra, pero sobre todo, de la posguerra.
Gracias de nuevo,
Yanire Ramos