Con el tiempo he ido descubriendo otras historias y otras formas de contarlas. Historia que a su vez nos muestran otras formas de ver y aprender de nuestra propia historia. Ésta es la de Marino.
Os contaré un poquito de él. Marino, 88 años, madrileño, abuelo y padre. Marino tiene una de las mejores memorias que podremos encontrar, con diferencia. Durante el confinamiento decidió hacer más amenos los minutos y las horas de encierro a su familia y deleitarles con un audio diario, contando su historia.
Su familia me ha enviado estos audios, que aquí transcribiré por capítulos, para que nuestro 2021 sea un poquito más ameno y también tengamos el placer de deleitarnos con su gran memoria y su enorme generosidad, al dejarnos a todos conocerlo.
No he llegado a reunirme nunca con Marino, dadas las circunstancias este año, pero sólo decir, que en sus audios, derrocha simpatía y encanto. ¡Cómo serás en persona!
Allá vamos, capítulo primero:
Bueno, me ponéis en un compromiso, tengo que rebobinar el disco duro de mi juventud y empiezo ahora.
Nací el 30 de marzo de 1931, en la calle de la Cebada. No plaza de la Cebada, que hay diferencia, por si no lo sabéis, la calle solo tiene nones y la plaza tiene pares, por lo tanto, yo nací en la calle de la Cebada.
Todo esto lo sé por mi hermana, que es la que me ha recordado toda mi historia. Parece ser que yo no nací en una maternidad, un hospital, solo existía la de Santa Cristina.
Fotografía de inauguración de la maternidad de Santa Cristina en 1924.
1Pero yo no tuve la suerte, nací en mi casa, y según cuenta mi hermana Rosa, mi madre me bañaba en un barreño de zinc. Y estos son los únicos recuerdos, y que vienen por cuenta de mi hermana. Mi padre trabajaba como encargado, dependiente, administrador de una famosa bombonería de la calle Sevilla, muy chiquitita, pero parece ser que …. ¿le llaman glamour a eso? – Delicatessen – . Que a mí no me sale el inglés.
En la calle Sevilla existía el mítico Café Suizo, que cerró sus puertas en 1919, no pudiendo ser este local al que se refiere Marino. Sin embargo, he encontrado referencias posteriores a una pastelería en la calle Sevilla, también llamada Pastelería Suiza. Lamentablemente, tampoco he podido confirmar que se tratase de ésta.
Mi padre cuando volvía a casa, siempre me traía un caramelo de menta, y mi madre ponía el grito en el cielo porque me acostaba con el caramelo en la boca, y decía mi madre que me iba a atragantar con el caramelo. Me lo quitaban de la boca y yo me dormía con el sabor de la menta.
Bueno, en el año 34 – 35, asesinaron a mi padre bajo las ruedas de una locomotora del tren de la Coruña , según cuentan, en san Antonio de la Florida. Unos individuos le arrojaron a las ruedas de una locomotora. De todo esto me enteré yo ya a los 20 años, me estuvieron mintiendo todos esos años. Al quedar mi madre viuda con 5 hijos, yo el más pequeño, en la calle de la Cebada, estábamos de alquiler, pero al quedar viuda tuvo que coger una portería en la calle de las Maldonadas, cerca de Cascorro y de la Ribera de Curtidores. Allí estuve cierto tiempo, una portería de 2 habitaciones para 6 personas y una cocina y un comedor, en el quinto piso, 127 escalones de madera. Este individuo (yo) se la subía y bajaba muchas veces. Al quedar viuda, ya te digo, cogió una portería. La falange española le ayudaba y le daban comida y vestido, entre otras cosas.
Aquí recuerdo al señor Eustaquio, que era un jefe del almacén de la fábrica de patatas de la plaza de la Cebada, su mujer se llamaba Pilar, no tenían hijos y era el que, en ocasiones de bombardeo, me bajaba al sótano y me ponía un palo de madera en los dientes para amortiguar el ruido de los bombardeos. Se me ha quedado grabada en la memoria toda clase de sirenas, campanas, y hasta hoy día me impresiona la salida de un coche de bomberos con sus sirenas. Porque… es que era un sin vivir, con la cantidad de sirenas, porque entonces los bomberos no tenían sirena, llevaban campanas. Y las sirenas las ponía el gobierno para avisar de los posibles bombardeos.
Un día alquilé un carro de mano para llevar a la calle Gravina, y vendí un saco de pimentón por 50 pesetas y yo me llevaba el 10%, 5 pesetas. Tenía que ir a la calle Gravina, con el carro vacío, y volver. Me hacía: la calle Hortaleza, Montera, Carretas, Concepción Jerónima, la calle Duque de Alba y Cascorro, y la llevaba a la calle La Ruda, donde estaba uno de los vecinos de donde yo vivía, que tenía una tienda de ultramarinos. Otro era el señor Eustaquio, que era el de la plaza de las Cebada de las patatas, tenía otro vecino que tenía una carnicería. En aquella época se vendía mucha carne de caballo, de la cual yo me aproveché o mi madre se aprovechaba, mucha carne de caballo. Tenía otro de los inquilinos que tenía una tienda de gorras y boinas en la misma calle Maldonadas, luego tenía otro vecino que tenía una panadería, en la calle Maldonadas también, donde comprábamos el pan.
Resulta que al empezar la guerra, mi tío Eusebio me llevo con él a la colonia de los tranviarios que estaba en La Bombilla frente al cerro de Garabitas, en la Casa de Campo. 2 Allí estaba una batería de cañones que bombardeaba continuamente Madrid. Uno de los días tuvimos que salir disparados porque se quedó la casa, el chalé de mi tío Eusebio el tranviario, derrotada. Incluso el perro que se había quedado, un perro pastor alemán llamado Stalin, había quedado sujeto con la correa y no pudo salvarse el pobre, aparte de las gallinas y todas esas cosas. Acto seguido mi madre me llevo con otro tío, mi tío Francisco Madrid (de apellido), en Miraflores de la Sierra. Allí estuve, no sé cuánto tiempo. Cuando Miraflores fue bombardeada me llevaron a Gárgoles de Abajo, con mi otra tía, la tía Josefa. Ahí estuve el tiempo justo para que ese pueblo fuera conquistado por los nacionales y yo otra vez a Madrid. Y el último año de la guerra lo pasé yo en Madrid, con todas las penalidades y estas cosas que ocurren durante la guerra. Claro, ahora lo recuerdo así y vaya, pero así fue y así sucedió.
En Gárgoles de Abajo, pues cuando tocaba la sirena del bombardeo, mi tío, marido de mi tía Josefa, me llevaba a unas cuevas donde guardaban allí las aceitunas en barriles y el grano del ganado, y allí dormía esa noche mientras veía pasar por la carretera a los italianos huyendo de la quema. Y claro dices, ¿y cómo sabes tú todo esto? que me lo contaron. Yo sabía que eran italianos que venían de Trillo. 3 Como ese pueblo fue también bombardeado pues me tuvieron que traer otra vez a Madrid, y allí pase el último año de la guerra.
Mi madre se apuntó a Falange, mi hermano se apuntó a Falange, mis hermanas se apuntaron a Falange y a mí me apuntaron a Falange. ¿Qué gané con eso? que a mi madre le daban mucha ayuda, lo mismo en ropa, que en comida para mantener a los cinco hermanos. Mi hermano, siendo el mayor de todos, con una diferencia de 7 u 8 años conmigo, se puso de cobrador en los tranvías de Madrid, luego de dependiente en una zapatería de zapatos de lujo. Como estaba metido en Falange, era el jefe de la Centuria Leones de Castilla y allí manejaban ciertas cosas que yo no llegué a comprender hasta después.
¿Qué ocurrió? que mi madre me ingresó en el colegio San Ildefonso y a mi hermana Elena, casi 3 años mayor que yo, en el colegio de La Paloma de la Carrera de San Francisco, todo del Estado, bueno del Estado… el colegio de San Ildefonso era del Ayuntamiento o provincial, no he llegado nunca a comprender esas cosas.
A mi me ingresaron en el colegio de San Ildefonso, tengo que recordar que fueron los 5 mejores años de mi vida, porque tuve la suerte de tener un profesor, Don Víctor García, que lo poco que sé, me lo enseño él. Ocurría que en el colegio San Ildefonso, nos dejaban salir los sábados después de comer, las madres iban a buscarnos. Tengo que decir que los 100 niños del Colegio de San Ildefonso eran huérfanos de padre, por lo tanto iban las madres viudas a buscar los sábados, las que podían, y pasábamos el sábado por la tarde y el domingo en casa. El domingo por la noche teníamos que ingresar otra vez al colegio a dormir allí, ya cenados, el que podía cenar, claro. ¿Qué pasó? durante esos 5 años me ocurrieron varias cosas. Como el colegio había sido la mitad derruido por los bombardeos, todos los enseres los pasaron a unos soportales que teníamos en la otra parte del colegio, donde estaban las clases, las que había, porque solo teníamos 3 clases, de 33 niños cada uno, de 34, pero siempre faltábamos alguno, no sé porqué.
Alumnos de grado superior con su profesor, Don Víctor García. Esta foto fue tomada años antes del ingreso de Marino en el colegio de San Ildefonso.
Bueno, pues ahí ocurrió lo siguiente, vosotros no lo sabéis, pero en los años 40, 4 se estrenó la película Pinocho y dijeron: “los que quieran ir a ver Pinocho a un lado y lo que quieran ir a oír dirigir la Orquesta Municipal de Madrid a otro”, que era Don Benedicto el director de la orquesta. No sé si mi compañero Enrique Sánchez que tenía el número 55 y yo el 54, no sé quien fue el que dijo – mira la película la podemos ver más tarde, pero a Don Benedicto no le vamos a poder ir a ver – Total, que yo me fui a ver a Don Benedicto dirigir la orquesta y me perdí Pinocho, que no he conseguido verla durante todos estos años, así de fácil y sencillo… Bueno en este colegio, como he dicho, es lo mejor que me ha ocurrido en mi vida, aparte de ciertas cosas. Uno de los domingos que volvía de mi casa, me traje un cigarro de anises, vosotros no sabéis lo que es, pero vaya, que en vez de tener tabaco, tenía anises, me lo fumé en los lavabos del colegio, otro niño que no sé cómo se llamaba, ni me acuerdo, dijo que se iba a chivar. En ese momento no sé si tendría 10 u 11 años. El caso es que este niño me dijo que se iba a chivar por estar fumando, y yo le dije que el fumar era cosa de hombres. Total, el niño se chivó y me castigaron un domingo a no salir del colegio y a grabar tres mil veces “fumar es cosa de hombres”. Pasado ese domingo, como sabía quien se chivó, pues fui a buscarlo, y allí nos enzarzamos en una tonta pelea. Otro domingo en el colegio apuntando tres mil veces “entre compañeros no se deben pegar”. Y así era mi historia.
También tengo que decir que tuve la suerte de que nos dieron a elegir entre el que quería hacer esgrima o el que quería estudiar música. Yo me apunté a música, pero vi que aquello no era para mí. El do, re, mi, fa, sol, no era para mí. Estaba dirigido por el director de la orquesta de Madrid Don Benedicto. Y me apunté a esgrima, que teníamos al campeón del mundo a Don Afrodísio Aguado, un señor con un bigote repimponante, con muy mal genio, hablaba muy mal, pero que nos enseñó la esgrima de florete.
Fotografía del homenaje realizado al maestro Afrodísio Aguado con un grupo de concurrentes al Champagne de honor en el Palace Hotel. 1921.
Bueno, hasta hoy ya es bastante, sino este disco duro va a durar mucho. Ahora mismo me voy a cenar. Con vuestro permiso. Mañana seguiré si me lo permitís y si me queréis escuchar.
En la madrileña calle O’Donnell se encuentra situado el Hospital Universitario Santa Cristina, inaugurado en 1924 por sus Majestades el Rey Alfonso XIII y la Reina Victoria Eugenia. En sus comienzos la entonces llamada Escuela de Matronas y Casa de Salud Santa Cristina tenía por finalidad el “alivio de mujeres desvalidas y enseñanza teórica y práctica de Matronas”, en una época en la que la asistencia al parto se realizaba fundamentalmente por “comadronas” en el domicilio de la parturienta.
Por esa razón se dice que la reina pretendía inducir y con buen criterio que toda la sociedad adoptase la costumbre de acudir a una maternidad para tener sus hijos, a tales efectos solicitó la ayuda de la nobleza y les pidió a las mujeres embarazadas que acudieran a la Casa de Salud con la fundada esperanza que el resto de la población siguiera el ejemplo.
A mediados del siglo pasado el hospital pasa a depender del Ministerio de Educación y Cultura hasta 1987 en que se integra en la red sanitaria del INSALUD.
Desde el cerro de Garabitas, se bombardeaba constantemente Madrid. Desde la posición de la Casa de Campo, se planeaba llegar a Ciudad Universitaria, y de ahí, a Plaza de España, quedando así Madrid tomada por el bando sublevado. Desde la posición de Garabitas se hicieron llegar disparos hasta la Plaza de Castelar, motivo que aconsejó convertir a La Cibeles en la Linda Tapada.
Los intentos de recuperación de Garabitas costaron mucha sangre y todos ellos fueron infructuosos. El pequeño altozano, bien conocido de los madrileños, se transformó, por obra de los ingenieros militares, en una posición inexpugnable.
Existen innumerables artículos y escritos sobre la Operación Garabitas y la Batalla de Madrid. Entre ellos, recomiendo la lectura de los tres siguientes:
Escenarios de guerra: paseando por Madrid a través de su memoria. Artículo publicado en la versión digital del CSIC. Aquí.
Arqueología de la Batalla de Madrid. Parte II. Sondeos arqueológicos en las trincheras republicanas de la Ciudad Universitaria de Madrid. Campaña de 2016. Memoria Final. Publicado en la versión digital del CSIC. Aquí.
Plan nacional de fortificaciones de la Guerra Civil (1936 – 1939) de la Comunidad de Madrid. Introducción histórica. La Guerra Civil en Madrid. Publicado en la versión digital de Madrid.org. Apartado 6: La lucha en la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria. Página 31. Aquí. ↩
Marino se refiere aquí a la retirada de las tropas italianas en la famosa Batalla de Guadalajara. Los sublevados emprendieron maniobras envolventes para aislar Madrid, esta vez por su flanco nororiental. Básicamente con el fin de cortar sus comunicaciones con Valencia. La batalla del Jarama y la batalla de Guadalajara son las más significativas de este periodo. El pretendido cerco fracasa por la derrota de las tropas italianas en Guadalajara.
Para esta batalla, junto con la de Brunete, podemos encontrar muy diversa bibliografía. Sin embargo, y para mantener el «tono digital» y la posibilidad de lectura, recomendaré las actas del encuentro celebrado en Zamora en 2006, con título: A los 70 años de la Guerra Civil Española. Coordinado por Juan Andrés Blanco Rodriguez, Catedrático de la Universidad de Salamanca y director de la Uned Zamora. A partir de la página 263. Y que podéis encontrar en el siguiente link: aquí.↩
Gracias por plasmar la historia de mi padre, un hombre como dices con una memoria fantástica, con un sentido del humor único y muy buena persona.
Desde luego la idea de los capítulos me hace sonreir ya que son bastantes y muy muy interesantes.
Gracia por la documentación fotográfica se nota tu pasión por la investigación.
Gracias por haber escrito tal cual es la grabación, realmente hoy en día tenemos todo gracias a esta generación de guerra y posguerra. GRACIAS.
Una historia increíble para un hombre increíble. Llena de momentos únicos. Siempre recordaré cuando fuimos a un palco del Santiago Bernabéu y estuvimos más pendientes de la comida que del partido!!
Una persona grande en todos los sentidos!!
Increíble la lucidez y buena memoria de Marino, qué lujo de detalles contando su historia.
Cuántas vidas y todas tan diferentes, pero con un denominador común, la lucha por salir adelante, ante tanta adversidad en una etapa difícil de nuestra historia reciente.
Esperando con ansiedad el segundo capítulo, sin duda prometedor.
Gracias Marino por compartir con nosotros tu sabiduría e inteligencia.
Pilar Macias.
Yanire, muchas gracias por enviarme el enlace. Una primera entrega muy prometedora. La «voz» de Marino llega con claridad, sencillez y con toques de humor (ese comentario «un señor con un bigote repimponante» impagable!).
Enhorabuena a los dos!
Me encantó haber podido leer esta historia. Soy de Polonia pero llevo viviendo en España 20 años y me encanta escuchar las historias de la gente. Gracias Marino por compartir su vida con nosotros. Y gracias Yanire por escribirla.
Me ha encantado leer el relato de mi tocayo Marino, ojalá tuviésemos plasmadas muchas vivencias de nuestros mayores para poder entender todo lo que vivieron en aquella dura época. Gracias por tu trabajo!
Conocí a este hombre hace unos años y posteriormente hemos coincidido en muy pocas ocasiones, pero suficientes para percibir que es una persona sencilla, humilde y curtida en la vida. Su capacidad oral y su tremenda memoria me hizo pensar alguna vez que debería plasmar esas grandes historias que guarda dentro. Así que este Blog ha sido una gran sorpresa para mí. Hay varias particularidades de este hombre que me llaman mucho la atención, pero destaco la tranquilidad que lo caracteriza y la fácil oralidad que tiene para narrar sus historias. Su memoria está llena de frascos en conserva de historias realmente auténticas, es por ello que cuando he coincidido con él siempre he hecho por que me cuente alguna, cosa sencilla dada su predisposición para ello. Escucharlo es una experiencia realmente enriquecedora y muy agradable.
Mis felicitaciones a la autora de este Blog por la genial idea. Estaré al tanto de las siguientes historias de Marino.
Increíble la lucidez de Marino y la riqueza histórica y social de toda esa información de primera mano del Madrid de la época. Enhorabuena por esa crónica, Yanire!
Gracias por plasmar la historia de mi padre, un hombre como dices con una memoria fantástica, con un sentido del humor único y muy buena persona.
Desde luego la idea de los capítulos me hace sonreir ya que son bastantes y muy muy interesantes.
Gracia por la documentación fotográfica se nota tu pasión por la investigación.
Gracias por haber escrito tal cual es la grabación, realmente hoy en día tenemos todo gracias a esta generación de guerra y posguerra. GRACIAS.
Una historia increíble para un hombre increíble. Llena de momentos únicos. Siempre recordaré cuando fuimos a un palco del Santiago Bernabéu y estuvimos más pendientes de la comida que del partido!!
Una persona grande en todos los sentidos!!
Increíble la lucidez y buena memoria de Marino, qué lujo de detalles contando su historia.
Cuántas vidas y todas tan diferentes, pero con un denominador común, la lucha por salir adelante, ante tanta adversidad en una etapa difícil de nuestra historia reciente.
Esperando con ansiedad el segundo capítulo, sin duda prometedor.
Gracias Marino por compartir con nosotros tu sabiduría e inteligencia.
Pilar Macias.
Muy buena historia!!
Yanire, muchas gracias por enviarme el enlace. Una primera entrega muy prometedora. La «voz» de Marino llega con claridad, sencillez y con toques de humor (ese comentario «un señor con un bigote repimponante» impagable!).
Enhorabuena a los dos!
Me encantó haber podido leer esta historia. Soy de Polonia pero llevo viviendo en España 20 años y me encanta escuchar las historias de la gente. Gracias Marino por compartir su vida con nosotros. Y gracias Yanire por escribirla.
Una historia muy curiosa y emotiva…
Marino,siempre has sido un luchador y has querido y protegido mucho A los tuyos… se te aprecia mucho.
Me encanta la sencillez y claridad con la que se expresa. Un buen hombre generoso y cariñoso, deseando leer el siguiente capítulo. Muchas gracias.
Me ha encantado leer el relato de mi tocayo Marino, ojalá tuviésemos plasmadas muchas vivencias de nuestros mayores para poder entender todo lo que vivieron en aquella dura época. Gracias por tu trabajo!
Conocí a este hombre hace unos años y posteriormente hemos coincidido en muy pocas ocasiones, pero suficientes para percibir que es una persona sencilla, humilde y curtida en la vida. Su capacidad oral y su tremenda memoria me hizo pensar alguna vez que debería plasmar esas grandes historias que guarda dentro. Así que este Blog ha sido una gran sorpresa para mí. Hay varias particularidades de este hombre que me llaman mucho la atención, pero destaco la tranquilidad que lo caracteriza y la fácil oralidad que tiene para narrar sus historias. Su memoria está llena de frascos en conserva de historias realmente auténticas, es por ello que cuando he coincidido con él siempre he hecho por que me cuente alguna, cosa sencilla dada su predisposición para ello. Escucharlo es una experiencia realmente enriquecedora y muy agradable.
Mis felicitaciones a la autora de este Blog por la genial idea. Estaré al tanto de las siguientes historias de Marino.
Increíble la lucidez de Marino y la riqueza histórica y social de toda esa información de primera mano del Madrid de la época. Enhorabuena por esa crónica, Yanire!