Mira por donde Marga me ha recordado hoy lo que se me había olvidado a mí. En aquella época, te estoy hablando del año último de la guerra que pasé en Madrid, había ciertos locales regidos por falange española donde nos daban de desayunar y a otros a comer, bueno, pues yo tenía uno en Tirso de Molina, que estaba a 200 metros de donde yo vivía, lo que fue un cine, esquina a la calle Amparo (Amparo se llama la calle porque allí había una partera que se llamaba Amparo y allí muchas mujeres iban a dar a luz, amparadas por la señora Amparo por eso se quedó la calle de Amparo).
En aquel colegio , bueno colegio, no existía porque no íbamos al colegio nadie. Nos daban de desayunar cola cao, y repito, cola cao porque en Madrid había en la Red de San Luis, que es una calle donde termina la calle Montera con la Gran Vía, una estación de metro con ascensor, y encima de la estación había un letrero muy famoso de Cola Cao.
Otro que existía en Madrid en la puerta del sol era el Tio Pepe, vino el Tio Pepe.
Bueno, pues en Tirso de Molina nos daban de desayunar, un tazón de cola cao y un suizo, yo estaba de los primeritos por la mañana, no sé si eran las 8 o las 9 de la mañana. Me bebía mi cola cao, me cogía mi suizo y salía corriendo por la calle Amparo, y bajaba hasta la calle Casino, que estaba cerca de la glorieta de Embajadores, donde otro colegio volvían, no volvían, empezaban a dar cola cao con otro suizo. Y yo, me aprovechaba de los dos colegios, a base de correr durante un kilómetro. ¿qué edad tenía yo? pues no había cumplido los 8 años porque no había terminado la guerra. La guerra terminó en el año 39 y yo entonces tenía 8 años. Me acuerdo de esto, porque me lo ha recordado Marga, porque se lo había contado yo.
Bueno, el caso es que yo me tomaba todos los días dos tazones de cola cao y dos suizos.
No sé cómo seguir, hay tantas cosas que contar…
Estaba hablando con mi hija ahora de que nadie tenía radio y que cuando conocí a su madre, ésta me obligó a dejarle 50 pesetas todos los meses y consiguió comprar un
Radio Telefunken Panchito 1958
aparato de radio que se llamaba Telefunken. Que luego nos lo trajimos, mientras tanto ella disfrutó en su casa con sus padres de la radio. 1
Luego cuando nos casamos lo subimos a casa y fue lo único que teníamos de comunicación. Bueno, lo disfrutaba ella más que yo, porque yo no estaba en casa nunca.
Son cosas que me acuerdo.
Volviendo a lo del Colegio San Ildefonso. Se me olvidó deciros que el colegio era un patio rectangular donde una parte estaba destruida por los bombardeos y la otra es donde teníamos la clase, el comedor y todas esas cosas, el patio. Yo no conocí el futbol hasta que no estuve en el otro colegio, porque aquí y perdonad, pero creo que fui un buen jugador de frontón, que me encantaba el frontón, no sé si porque era muy alto y tenía un buen compañero. El caso es que me gustaba mucho y era lo único que podíamos hacer, porque teníamos una canasta de baloncesto pero sin balón ni canasta, solo el aro de hierro en una pared, no existía al fútbol entonces. Y entre el esgrima, porque ya os he dicho que en los arcones que teníamos en los soportales, ahí guardamos las caretas, los chalecos y las espadas y cuando no nos veían, sobre todo en tiempo de invierno que hacía frío y no podíamos estar en el patio, pues usábamos las espadas y los floretes y las caretas.
Voy a contar una cosa que me sirvió de ejemplo: en el colegio había un tal Gregorio, con el número 31, que le llamamos “El Currili”. No sé si lo habré contado ya porque bueno… el caso es que este chico, entonces las braguetas de los pantalones no eran con cremallera y eran con botones y este muchacho siempre llevaba la bragueta abierta, nunca tenía puestos los botones y siempre con las manos en los bolsillos del pantalón.
Le llamábamos “El Currili” y todo el mundo se metía con él y todos que si “El Currili”, “El Currili” … Total que un día en los lavabos, que estaban separados de uno a otro por una abertura, como todo el mundo se metía con él, aquel día Marino se metió con él. Me metí con él, y ese día este muchacho, Gregorio, debía estar en alta porque me acorraló entre los dos lavabos y medio todos los tortazos que pudo y quiso, y yo sin poderme defender. No pasó nada, lo que pasa es una lección, no puedes abusar de tu fuerza o de tu experiencia o de lo que sea contra un débil, porque encontrarás muchas sorpresas.
Que luego a lo largo del año 60 y tantos, me ocurrió otra cosa igual.
Con vuestro permiso voy a retroceder un poco y voy a volver al colegio San Ildefonso. Por si no lo sabéis el Colegio San Ildefonso es uno de los colegios más antiguos de España que data de hace 600 años por lo menos, 23lo que pasa es que luego cuando se inventó o empezó la Lotería Nacional, eso es ya cuestión de hace 240 años. Me parece que fue cuando se empezó a cantar la lotería. Entonces la lotería solo se celebraba el 22 de diciembre todos los años, luego salió la Cruz Roja los jueves, pero entonces solo existía la del 22 de diciembre, a la cual fui dos veces, no canté los números, yo estaba detrás del bombo dando una palanquita para que saliera la bola correspondiente. No sé si estaba del bombo de los premios o de los números, porque estuve 2 años, pero eso ya es otra cuestión. Una vez esto, os tengo que contar que durante los 5 años que estuve en el Colegio, los cinco veranos mi madre, gracias a la Falange, me metía todos los veranos los dos meses en el campamento de La Peñota y otro que ya me acordaré, y me pasaba los 2 meses allí. De hecho, cuando murió mi madre yo me encontraba en el campamento y me enteré al mes y pico de la muerte de mi madre, porque no me pasaron la noticia en el campamento, luego cuando llegue yo a Madrid fue cuando me encontré que no tenía madre. 456
Y por ahí iba la cosa…
Una vez a partir de eso, como la portería no podía estar regida por menores de edad y mi hermano que era el mayor no quiso, me metieron en el colegio q ahora se llama de acogida, entonces se llamaba reformatorio del Sagrado Corazón de Jesús. Tengo que decir que el reformatorio fue el segundo colegio que hubo, el anterior era el de Santa Rita, donde iban los niños malos de los padres ricos.
Al reformatorio, o de acogida, voy al caso, a mi cuando me llevaron tuve la suerte de que el cocinero aún estaba allí, yo iba sin comer, no me habían dado de comer, y me frio un huevo frito con unas lonchas de lomo.
Yo dije ¡esto es la gloria! pero ahí se acabaron mis sueños, porque al día siguiente se acabó. En el colegio había varios departamentos, uno que era el de acogida, donde éramos unos 60 niños que dormíamos en dormitorios comunes, cada uno en una cama, una estancia grande. Al desayuno, de los huevos fritos por la noche a un puré de harina por la mañana, al mediodía boniato cocido, y por la noche boniato cocido. Vaya, que así estuve 5 años, excepto alguno que luego ya me busque yo las maneras de no comer boniato, esa era la comida habitual.
Excepto el 18 de julio que era el día del Sagrado Corazón, nos daban garbanzos con arroz y algún cachito de tocino que se había perdido en la olla. Bueno, pues me asignaron un departamento, hacían una selección de niño por edad y por saber yo como sabía leer y escribir, me pusieron en un departamento con otros mayores. Había dos talleres, un taller de mecánica de ajuste y un taller de carpintería, a mi como no sabía nada de eso me metieron en la cocina y allí estuve yo lavando boniatos y partiendo boniatos y fregando perolas pues todo el santo día. Yo como sabía leer y escribir, pues no asistía a ninguna clase.
Aquí voy a amontar un poco las cosas porque he de decir que en invierno casi nos acostábamos vestidos, porque allí no había ni calefacción ni aire acondicionad. Yo creo que en los cuatro años que estaba allí no me duché ni un solo día. Me lavaba la cara, me mojaba los pies, porque las zapatillas que nos daban eran de goma y de cintas y duraban 2 días.
Voy a seguir. Como en la cocina me enfrenté a un fraile, porque recogiendo la cocina en una carretilla que la tenía llena de basura que había recogido yo, llego Fray Pedro un fraile de mal humor que le faltaba el dedo índice de la mano derecha, bueno, no me enfrente a él, pero, ¿sabéis lo que supone tener una carretilla llena de porquería y llegue el fraile le dé una patada y me la esparza otra vez por la cocina? me fui hacia él, se metió en la despensa, y cerró, eso me libró. No sé si por esa causa me metieron en el taller de ajustes, no es la palabra pero bueno, allí te dan una pieza de metal y la tenías que limar con una lima que no cortaba nada y hacías ajuste, era una mecánica de ajuste. Tengo que reconocer que en el tiempo que estuve allí hice la cola de milano, y como tenéis internet miráis lo que es la cola de milano, y veréis lo que es hacer un ajuste a base de lima.
También os voy a decir, había unos 40 niños, cada uno en un tornillo, un torno de estos manual claro y la mesa era de madera, ¿qué pasaba por la noche? el maestro, el señor Ángel, un paisano, porque allí había gente civil y los curas y los frailes, bueno pues quitábamos el mango de la lima, la tendíamos en el banco de madera y con un cuentagotas íbamos echando una gota de ácido encima de las limas, de esa manera el ácido iba comiendo los surcos de abajo y dejaban un poquito de filo, al día siguiente era al revés, la ponías por el otro lado para que el filo saliera de la lima. Bueno estos son chorradas, pero son truquillos.
Así va la vida… en aquellos días de la mecánica de ajuste, el reformatorio tenía un turismo, que luego veréis en mis fotos, un turismo y un camión, un Studebaker J15 y el conductor de esos dos coches era un tal Julián Muñoz. Este chico, su padre, era el hermano de leche de Muñoz Grandes, el político, Ministro del Ejército, no viene a cuento, pero para que lo sepáis. 7
Bueno, ¿sabéis lo que es un hermano de leche? Pues os lo voy a explicar: en Carabanchel había un señor que tenía un almacén donde se vendía de todo: paja, garbanzos, arados, palas, de todo. Y ese señor tuvo un hijo que fue Muñoz Grandes, el Ministro del Ejército, pero la madre de este señor se quedó sin leche al parir, y acudió a una señora, que era la madre de este Julián y le amamantó durante el tiempo de lactancia. Por eso se les llama hermanos de leche, llaman a una nodriza y a esa nodriza que le sobra leche, al estar dando de comer a otro niño, pues ella aprovechó y dio de comer a este señor, Muñoz Grandes.
Vuelvo a lo del camión, por si no me habéis entendido, la marca es americana y es Studerbaker J15, no sé el motivo de que este muchacho me cogiera para ayudarle. Mi primer trabajo fue quitar las 6 ruedas del camión y poner unas gomas nuevas, vaya, la rueda, quitar las viejas y poner las nuevas.
Entonces no había… ¿cómo se llaman? Esos aparatos que dan el aire, el caso es que las 6 ruedas tuve que hincharlas con la bomba, a mano.
Como quedó contento el chico, me llevaba a todos los sitios a donde él tenía que ir con el camión. Tengo que decir que cerca de este colegio, a medio kilómetro, los frailes tenían una finca que se llamaba “La Patilla”, donde cultivaban muchas cosas, a tipo de huerta y de eso se nutría el colegio para darnos de comer, los boniatos y las patatas las pocas patatas que teníamos, y los garbanzos, los escasos garbanzos que comíamos también.
Como me pidió de ayudarle pues yo ya me libraba de ciertas cosas, salía a la calle, y bueno, salía la calle, no estaba tan encerrado como los demás niños. Durante ese tiempo en invierno, el reformatorio tenia tres campos de futbol, porque en el colegio éramos unos 600 y pico de niños. Voy a dar una nota…. Que yo llegué un poquito tarde, afortunadamente… Como había tanta hambre un día el director del reformatorio, el Padre Llopis nos juntó en el atrio, el atrio es la entrada principal al colegio, que estaba en frente de uno de los campos de futbol, y allí todos los niños esperando a ver que decía. Las palabras fueron las siguientes:
“El que crea que tiene algo de comer en su casa, que se vaya”.
Tal y como os lo digo, hubo una estampida tremenda, y empezaron a correr niños a la puerta de salida. La salida del colegio estaba como a medio kilómetro, cuando casi llegan a la puerta de salida, entraron con un camión con comida, de los que iban corriendo, más de la mitad se volvieron porque vieron que allí había comida, algunos se fueron y no volvieron, y no sé si los cogerían otra vez, porque era un reformatorio, y era una clase de castigo para los niños malos. Esa es una de las cosas que pasó. En invierno, como no podíamos salir a jugar al futbol, tengo que decir que fue la primera vez que yo toqué un balón, porque sabéis que en el colegio de San Ildefonso solo jugaba a la esgrima y al frontón, entonces nos dedicamos a hacer rosarios, ¿sabéis lo que es un rosario? Pues bolitas, siete bolitas en un alambre haciéndoles un arito, bueno si veis un rosario lo sabréis lo que eran, allí eso era una fábrica de rosarios. Y al final, pues claro, terminan asustándote, allí claro mientras estabas haciendo los rosarios ni había música ni nada de eso, porque no existía allí la música. Pero en esos 4 años que estuve allí largos intervine en tres obras de teatro, el primer año hice de rey Melchor, bueno no sé si fue Melchor o Gaspar, el negro no lo hice desde luego. Otro año hice de mago y el otro de demonio, en la obra de los reyes magos creo que no hablé y si hablé pues no me acuerdo, pero en la de mago pues tuve que hasta que cantar.
Y luego claro viene la del demonio, ¡ay, amigo! ¡esa sí que era gorda! Bueno, sabéis que todos los teatros tienen un escenario, y que está un poquito más alto que el público, pues en aquel escenario, yo había de Belcebú y el Arcángel San Gabriel que llevaba una espada, en la espalda le habían puesto unas pilas de linterna y pusieron toda la espada del arcángel luciendo. Y yo allí vestido con cuernos con un rabo tremendo y en el escenario hicieron un agujero y mi frase era la siguiente:
El otro arcángel con la espada bajaba me daba en la cabeza, yo me tiraba por el agujero, y salían llamas. El sistema de las llamas era muy peculiar además: se hacía con una vela, azufre, una lata de sardinas grande con agujeritos y un mango por el que soplabas, y al soplar salía el azufre que se juntaba con la llamita de la vela y ahí salían ya las llamas.
Luego ya en el ejército hice de General, condecorando a una madre.
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