Agustina. Esposa, madre y padre, cocinera, albañil y posiblemente también fontanera, costurera, maestra y educadora social, psicóloga, gestora, especialista en análisis de riesgos financieros y técnicas innovadoras de ahorro, mediadora de conflictos, jefa de logística en consumos minoristas, jefa de proyectos, organizadora de eventos, especialista en metodologías Lean, influencer, enfermera, de espíritu emprendedor, proactiva, con personalidad positiva y capacitada para adaptarse a entornos rápidos.
Os presento a Agustina, 88 años.
He escrito y reescrito tantas, tantas veces este artículo… A nivel personal es el que más me ha costado escribir, uno de los que más me ha enseñado y el que más me ha conmovido. He decidido hacer una transcripción prácticamente literal de nuestras conversaciones, y tan sólo las he ordenado en orden cronológico. Desde aquí, Agustina, te pido perdón por la tardanza. Creo que los lectores estarán conmigo en agradecerte mucho, muchísimo, tu tiempo y disposición a contarnos tu historia.
No me acuerdo ya de mi vida…, pero si me acuerdo de estar con el novio en la puerta, pasaba mi padre que era ciego el pobre y nos escondíamos…
Yo nací en el 31, en Santa Cristina, en Madrid. Una familia de 7 hermanos y vivíamos en Atocha.
Tenía 6 años cuando la guerra, por aquí pasaban los camiones, me acuerdo de mi madre, nos bajábamos a una imprenta, al sótano, el local está todavía, aunque ya no es imprenta, y ahí nos bajábamos cuando tiraban las bombas.
Tiraron una bengala en la calle nuestra, en la fábrica de la luz que había, ya la han quitado, donde ahora está la Caixa Forum, ahí había una fábrica de luz…
En 2008, La Caixa adquirió el antiguo edificio de la fábrica y reformó sus 8.000 metros cuadrados en un impresionante museo-centro cultural. 1
Tiraron una bengala y mi madre la pobre nos decía, ¡tiraros al suelo!, no podíamos abrir la puerta, los cristales se rompieron, pasamos un miedo que no veas…
En mi casa, los hermanos nos hemos llevado siempre bien, no había diferencia entre hombres y mujeres, los hermanos trabajaban, uno de ellos estaba de chófer, con un camión que era de un concejal del Ayuntamiento, otro estaba en el Ateneo y otro de albañil.
Yo he estado trabajando desde muy jovencilla, estuve en intendencia, en el ejército, hasta que me casé, desde los 16 hasta los 21 años. Porque entonces no se quedaban las que se casaban, las echaban, bueno…. Que no te podías quedar… no admitían a las casadas, las despedían.
«La legislación laboral del régimen franquista fue especialmente prolija. Entre las nuevas normas destacan, por su carácter especialmente regresivo, las referidas a la mujer trabajadora. La proclamación de que el Nuevo Estado “libertará a la mujer casada del taller y de la fábrica” y, más en general, que “la tendencia del Nuevo Estado es que la mujer dedique su atención al hogar y se separe de los puestos de trabajo”, fue seguida del establecimiento en la ley de Contrato de Trabajo del permiso marital para
poder ser contratada, y además se estableció que el marido podía reclamar la percepción del salario de su mujer». 2 3
Me gustaría resaltar al lector este artículo, y recomendar, encarecidamente, su lectura. Hemos podido ver en varios artículos pasados, como nuestras protagonistas no podían coger el tren sin permiso escrito del marido, (Maria Elena), o cómo tenían una estricta educación dedicada al marido y la religión (Dolores). Este artículo nos da una muestra más de la situación de la mujer.
Así que salí de allí, tuve a mis hijos y por circunstancias, mi marido ganaba poco, tuve que trabajar asistiendo, y así hemos ido saliendo.
Mi padre trabajaba en la estación, y un día trabajando, le deslumbraron las luces de un tren y se quedó ciego, yo tenía 15 años y murió muy joven, a los 54 años. Mi madre se quedó sola con 7 hijos, pero era una mujer de carácter, valiente y emprendedora, una luchadora. Trabajaba en una casa, recuerdo de una tal Dolores, estuvo muchos años con ella, era jovencilla y la ropa que no quería pues nos la daba y así nos vestíamos, pero comprarme ropa nueva yo, pocas veces, ya de mayor.
Y vivíamos a base de comer pocas cosas, mucho puré hemos comido, gachas también, y la pobre mujer, pues lo que le dábamos cuando ya íbamos trabajando. Le dábamos todo lo que ganábamos a mi madre, luego nos daba ella un dinero, pero nada, un poco, pero poco, lo que nos daba para pasar el domingo por ahí. Hasta que nos fuimos casando. Mi padre trabajaba en un kiosco vendiendo cupones por estar ciego y también le daba el dinero. Y fíjate tú mi madre, ha pasado muchas fatigas la pobre. Cuando nos casábamos nos íbamos, aunque mi hermano mayor se casó y se quedó en casa con mi madre.
Antes, si necesitaba algo me lo pagaba mi madre y me costaba llorar….” Y yo que quiero unos zapatos” “Si, pues a ver…”, pero como no podía, me los compraba cuando se podía.
Cuando era jovencita salíamos chicas y chicos juntos, pero sin ser novios, ya el novio lo tomé después, cuando conocí a mi marido, estuve 7 años hablando con él, 7 años de novios. Le conocí con 15 años y me casé con 22, bueno, al día siguiente cumplía los 22.
A mi marido le conocí en la verbena de la Paloma, me parece que fue el 18 de agosto del 47, y allí en la verbena nos hicimos novios, íbamos una amiga y yo y él iba con otro amigo. Ya no me acuerdo cómo fue, pero empezamos a salir y salir. Venía a buscarme y salíamos con esta amiga que te digo, luego ellos rompieron y ya salíamos solos.
Estuvimos un tiempo hablando y luego ya más adelante empezó a subir a casa a buscarme, tardaría un año en empezar a subir a casa. Me acuerdo de que decía mi madre: “ya está el tendero en la esquina, ¡ya te está esperando!”, porque estaba trabajando en una tienda de comestibles en el puente de Vallecas. Y luego ya se colocó de camarero y ha estado en bares, pues todos los años hasta que se jubiló.
Y bien, la relación bien. Subía a casa y cuando ya estaba arreglada nos íbamos al cine, o a pasear, porque no teníamos dinero tampoco. Si queríamos ir al cine era “Venga, ¿Cuánto tienes tú?, cuanto tengo yo… pues venga, vamos al cine”. Si, porque la vida era distinta a la de ahora.
Nosotros no hemos hecho nada hasta que nos casamos, besarnos, eso sí. Nos íbamos a lo oscuro, entonces buscabas la oscuridad, que no te vieran. En público no le daba yo ni la mano, hasta que nos casamos no vieron que nos besábamos. Nos besábamos en privado.
Cuando me casé me fui a una casita que hizo mi madre. Tenía un terreno en el Puente de Vallecas, y allí hicimos la casa nosotros mismos, y por la noche. Con tanto sacrificio la pobre, era una hormiguita. Luego la tiraron, pero ya no vivíamos allí cuando la tiraron.
Allí vivíamos mi marido y yo, y mi hermana Loli con su marido. Vivíamos tranquillos, nos hemos llevado siempre bien, a pesar de estar todos juntos, nos hemos apañado sin comodidades. Antes no había lavadora, ni secadora, ni nada, tampoco teníamos baño y nos bañábamos en un barreño, calentábamos agua y ahí nos bañábamos, nos metíamos en la alcoba.

El profesor Manuel Valenzuela, nos da una pequeña idea de la avalancha migratoria que el barrio de Vallecas sufrió a partir del año 45, en parte atraída por la política de industrialización de Madrid. Lo que supuso para Vallecas una acumulación de costos sociales, tanto lo que se refiere a aspectos constructivos y urbanísticos, como la baja dotación de servicios y equipamientos. Faltó casi por completo la infraestructura urbanística (pavimentación, saneamiento, agua, etc.) de los nuevos asentamientos; se utilizó ampliamente el sistema de la autoconstrucición. 4
Una vez me casé, enseguida tuve a la mayor, y he tenido 5. Y nada, pues para la casa y para los hijos, y poco, he disfrutado poco, porque mi marido trabajaba en un bar, tenía muchas horas de trabajo, venía muy tarde. El día que libraba pues salíamos de paseo, y el día que no, pues en casa.
En el 63 mi marido se quedó sin trabajo, se juntaba con unos amigos y dijeron de irse a Bélgica. Se fue y yo me quedé aquí con mis hijos, ya teníamos cuatro, tres chicas y un chico, estuvo siete años, hasta el 70.
El ganaba poco allí, me mandaba un poquito todos los meses, pero claro, tenía que pagar allí para dormir y todos sus gastos y no trajo mucho dinero. Y no podíamos, me puse a trabajar asistiendo en casas, dejaba a los niños en el colegio y me iba a trabajar. En el 64 nació mi hija pequeña y me ayudaba mi familia con la niña. Su padre vino a conocerla pero faltó a la comunión de otra de mis hijas que fue al poco tiempo de marcharse a Bélgica. Venía poco, ganaba poco.
Cuando vivíamos separados nos comunicábamos por carta, no había teléfono. Ya casi no me acuerdo… son más de 60 años lo que hace ya, pero todavía conservo las cartas.
Vivíamos en la casa de Vallecas, no teníamos agua corriente ni luz, vivíamos mi hermana Loli y yo, ella en una parte y yo en otra, 17 años estuvimos allí.
Las condiciones eran malas, la casa era baja y tenía mucha humedad. Mi madre buscando y buscando encontró una casa en Atocha en la que sigo viviendo, ¡vi la gloria con el agua y la luz! Era el año 70, mi marido no había vuelto todavía, hicimos la mudanza solos, y la casa se la íbamos pagando poco a poco a mi madre. Luego ya pues la hemos ido reformando un poco, hemos mejorado mucho. Cuando volvió mi marido ya vivíamos en esta casa y se puso a trabajar en un bar. 5 años estuvo hasta que se cambió a una cafetería que había en unas oficinas de una casa de seguros. Nos lo dijo mi hermana que trabajaba allí que necesitaban gente y se cambió, allí trabajaba yo con él, yo hacía las comidas, 15 años estuvimos, lo llevábamos nosotros.
Y así pudimos salir adelante, no pagábamos nada, estaba en la calle Recoletos y todavía está. Hasta hace poco todavía tenía un recibo de lo que costaba la comida, por ejemplo, si un filete costaba 5 pesetas, pues cobrábamos 6, mi marido hacía sus cuentas y sacaba su ganancia. Hasta que cambiaron de dueño y nos echaron. Todavía está el comedor. Mi marido se colocó en otro bar y yo dejé de trabajar.
Y así he estado, sin ir a conocer nada, porque no había fondos. No he disfrutado de nada. Ya al quedarme viuda he ido con mis hijas a la playa, que no la conocía y he visto algunas cosas más, pero si no, nada, tranquila.
Durante nuestra entrevista recordé lo que todas me habían confirmado: había que estar guapa, y arreglada para cuando el marido llegase a casa. Y quise volverlo a confirmar.
Sí, sí, lo decían, sí, eso se decía mucho. Hablando con vecinas, con amigas, te decían: “tu estate arregladita, que te vea bien, que no te vea con el delantal sucio”. Te decían eso.
Bueno, yo he sido siempre muy tonta, no he tenido picardía para nada. A mí no me decían nada especial, que estuviese guapa y arregladita cuando viniera el marido. Pero antes presumíamos mucho, nos gustaba ir bien vestidas y limpias. Porque ahora dices, bueno… estoy en casa de cualquier manera, pero antes no.
Este artículo tiene muchísimos detalles históricos que nos ayudan a entender un poquito más la realidad de una parte importante de la población de Madrid y del resto de España en los años de la guerra civil y la posguerra. Para que no quede en el olvido, para que sean escuchados y para que no nos olvidemos, nunca, de la suerte que tenemos.
Yanire Ramos
Gracias Yanire,me ha encantado leer la historia de mí madre,una mujer,buena,valiente, qué jamás la oí quejarse por nada.
Gracias ,a todas las mujeres , dé aquella época, gracias y mil gracias, para todas
Isabel Martínez López
Una de las hijas,de la protagonista de esta historia
Muchas gracias a vosotras Isabel. Fue un placer entrevistar a tu madre, es una mujer encantadora y muy humilde. Espero de verdad que le gustase el artículo, ¡lo va a leer mucha gente! dile que en nuestro círculo, ¡ya es famosa!
Fue un verdadero placer, de verdad. Por favor, dale las gracias.
Yanire
Hola Yanire.
Soy otra hermana de Isabel. Darte las gracias en primer lugar de parte de mi madre y luego de mi parte.
Según lo iba leyendo,nos reíamos y nos emocionabamos,bonita y cruda realidad de esa época.
Gracias
Rosa Martinez.
Hola Rosa,
Muchas gracias. Me alegro tantísimo de que os gustara.
Desde luego, que su historia tiene mucho para reflexionar.
Un abrazo grande,
Yanire
Gracias Yanire, yo me he emocionado al leerlo y aunque siempre lo he tenido claro, ahora todavía más de que tenemos una madre maravilla. Luchadora, siempre calmada y sonriendo un ejemplo para mí. La tocó vivir todo eso y mucho más, pero siempre se ha levantado para seguir luchando. Yo soy la pequeña que comenta. Estoy muy orgullosa de ella, sus hijos siempre estamos a su lado.
Gracias de nuevo por el cariño con que la trataste
Muchas gracias Luisa.
Fue un verdadero placer. No solo es un ejemplo para ti, es un ejemplo para todas nosotras. Y una verdadera lección de vida.
Un abrazo fuerte,
Yanire
Conmovedor y muy interesante desde el punto de vista histórico y social. Mi madre tiene 86 años y vivió de soltera en Lavapiés. Actualmente, vivo en Pacífico, de modo que muchos datos me resultan entrañablemente familiares. Espeluznante la sumisión de la mujer a que condenaba la ley franquista. Mil gracias, Yankee.
Hola Carmen,
Muchas gracias por tu comentario.
Efectivamente, la sumisión de la mujer en aquella época era destacable, cada vez que escucho una historia, escribo un artículo y leo bibliografía, me sorprendo un poquito más.
¿Qué sería de aquellas mujeres que sus maridos ejercían todos sus «derechos» sobre ellas?
Cómo tantas mujeres de su época ¿Qué podrían haber hecho si tuvieran lo que tenemos nosotras, las oportunidades, la libertad?
Una historia preciosa y humilde.
Muchas gracias por tu comentario Irene.
Sin duda. Agustina habla de su madre, ellas mismas construyeron su casa, hicieron la mudanza, gestionaron un hogar, educaron a sus hijos, trabajaron dentro y fuera. Tu pregunta es perfecta, y todo esto, con las libertades mermadas…
Yanire
Conmovedora historia la de Agustina. Yo que te conozco personalmente, doy fe de tu humildad, de todo lo que has contado y de lo que no.
Sin duda este artículo da margen para muchos comentarios acerca de nuestra historia, en algunos casos muy actuales, como la emigración, tan presente en nuestros días. España fue durante muchos años un país de emigrantes, muy a su pesar y con mucho sufrimiento por parte de ellos mismos y de sus familias.
Además de todo lo comentado anteriormente no quería dejar de hacer una reseña a esta otra tragedia de tantas familias.
Buen trabajo Yanire, bonito, constructivo y emocionante. Eres una trabajadora nata.
Orgullosa de ti siempre.
Quién va a ser? Pues la mamma
Hola Yanire soy José Manuel.
Es una maravilla poder encontrarnos con éste tipo de trabajos y que los hayas tratado con tanto mimo y cariño.
Mis padres también tuvieron que emigrar y siempre he echado de menos recabar ésa información.
Todo lo que cuentas y documentas lo he recibido con mucha profesionalidad y respeto.
Que maravilla poder escuchar a nuestros seres queridos y nos lo hayas transmitido así.
Mucho trabajo y muchas gracias.
Felicidades.