Maria Elena, profesora, de 89 años recién cumpliditos, original de Cáceres, de Salamanca por adopción, pero ya casada. Y muy bien casada. Libre.
Maria Elena, que se dejaba engañar por su hermano a cambio de pasteles.
Maria Elena, que se depiló las cejas a escondidas para ir al baile, porque quería ponerse guapa y comiendo en frente de su padre, con la mano izquierda ocultando la escabechina le decía éste: “¡En la mesa se está como si estuvieras en misa!”
Maria Elena, que sabía que desde el casino, en el que pasaba alguna tarde su padre, se veía el castañar donde los jóvenes iban a darse besos y se iba a la carretera principal, por donde no pasaba nadie, a besarse y abrazarse. Y esto se lo dijo su padre:
“Había un castañar, que se veía desde el casino, allí iban las parejas a darse besos y mi padre me decía: – yo allí no quiero que vayas, que allí van las parejas, y yo veo que se besan y se abrazan, yo no quiero que vayas al castañar, yo quiero que vayas por la carretera general – ¡Y resulta que en la carretera general no había nadie! y allí pues me besaba y me abrazaba. Y mi padre tan contento”.
Maria Elena, que cuando era joven escondía unos pequeños tacones en el portal de su casa y al salir se quitaba los calcetines, los escondía en el bolso y se ponía sus medias y sus zapatos para salir a la calle.
Maria Elena, que su marido y ella se habían prometido rezar un rosario entero antes de la noche de boda y de camino a Salamanca tuvieron que parar en Béjar, porque ya no se aguantaban más. Los últimos misterios del rosario sólo ellos saben como los rezaron.
Y aquí estábamos, Maria Elena, su hija, su nieta Alicia y yo, tomando el té.
La historia de Maria Elena.
Su historia, la de Maria Elena, es algo diferente a las demás. Aquí haré un inciso, la madre de Maria Elena era de alta alcurnia, de toda la grandeza de Salamanca, de títulos y su padre, de tierras, de muchas tierras, pero su abuelo no quiso que éste se dedicara al campo y le mandó a Salamanca a estudiar. Para entender a Maria Elena entendamos a su madre: la abuela de Maria Elena, por parte de madre, siempre aconsejaba a su hija debidamente:
“Mira hija mía, con los guapos no se come – y le decía mi madre – Pero se duerme mama, pero se duerme.- Y yo le decía a mi madre: – ¿Y tú eras tan libre en esos tiempos? – Si hija mía, me tenían ya muy harta.”
Maria Elena fue libre de casarse con quien quiso, a pesar de la reticencias de sus padres por los problemas económicos del que fue su marido. Conoció a Luis en su casa del pueblo, habían organizado un baile y las mujeres aguardaban en un balconcillo que rodeaba el patio. Maria Elena vio a Luis, al que ya “tenía fichado”. Luis miró a Maria Elena y ésta bajó rauda a encontrarse con él. “Me sacó a bailar y ya nunca nos separamos”.
“Pero mi padre un día me llevó a un huerto. Me dice – hija, te voy a describir el amor con una mariposa – dime papá – te voy a decir que tú vas andando y ves una mariposa y piensas, qué bonita y ves otra mariposa, más bonita todavía y sigues caminando y ves otra más bonita todavía… – si papa, todas las mariposas que tú quieras, pero yo solamente quiero a este hombre. ¡Y mi padre me ponía el ejemplo de las mariposas!.”
“Luis no podía entrar en casa durante los años de noviazgo, mi madre era más lista…que tú no veas. Teníamos un cuartito pequeño, un cuarto de estar y luego un pasillo grandísimo y al final estaba la cocina, pues yo no sé como mi madre iba a mover el brasero, pero que no tardaba ni un minuto. La tenías allí presente, ya estaba ella vigilándote a ver que pasaba.
«Él se quedaba en la puerta y luego una vez casados ya si pudo entrar en casa. Tuve que pedir permiso para poder salir con él.”
“Ibamos generalmente en compañía con otra amiga mía, a veces tenia que venir un chico como vigilante, cuando íbamos a salir, siempre con un acompañante.”
Tres años de noviazgo estuvieron, tres días duró su boda.
“Cuando me pidió matrimonio primero se lo pidió a mi padre. Mi marido me compró una sortija, una preciosidad. La boda fue muy bonita. fueron tres días de boda. (…) Un derroche la boda, invitados prácticamente a todo el pueblo.”
“Mi padre se metió en una capilla y venga a llorar y venga a llorar. Y mi madre decía: -como no iba a sentir yo que te casaras, más que nadie, ¡pero a mi nadie me vio llorar!-”
“Llevamos a uno de Madrid que había sido cocinero del rey, de Alfonso XIII, que preparó toda la comida y todo: paella, cochinillo, cabrito, arroz con leche, pastas, se todo. Cada uno lleva de casa su cubierto con una servilleta y un plato y una silla y el vaso. Y luego baile, mucho baile.”
¿Libre?
Algunas veces, cuando hago estas entrevistas, siempre me queda la impresión final de que en realidad, no me lo cuentan todo. Hay muchas cosas que lógicamente no voy a publicar, no voy a hacerlas públicas, pero a veces hay ciertas historias que sí es necesario que sean contadas, por justicia.
“Las mujeres eran muy vigiladas. (…) No podías ni pasar por la puerta del novio, por donde vivía, no podías pasar, tenias que dar la vuelta por otro sitio, era como ir a buscarle a él.”
“Había mujeres a las que les obligaban a casarse. La ex-novia de mi marido, a aquella la obligaron sus padres a dejar a Luis porque se había arruinado y la obligaron a casarse con otro que estaba muy bien colocado, en teléfonos me parece que era. Se llamaba Rafael, una persona muy educada. Y la obligaron a casarse con él y ella dijo que no se casaba, porque ella a quien quería era a Luis y fue su padre y le dijo, que con los segundos novios y segundas novias… y con una pistola, “si no te casas ahora mismo con Rafael, ahora mismo, te mato”. Y se tuvo que casar. No tuvo libertad ninguna. Él era educadísimo, cortés, agradable. Yo cada vez que iba al pueblo y me veía con Luis se ponía malita, pero yo ya le conocí cuando era mayor y ya no tenia novia.”
Maria Elena me contaba también cómo viajaba cuando viajaba sola. Es verdad que muchas mujeres no tuvieron la libertad de poder hacerlo sin el consentimiento de su marido, pero Luis siempre le permitió ir y venir, fue libre para tomar sus decisiones y fue precisamente ese trato inmejorable lo que hizo que se ganase el favor, respeto y cariño de los padres de Maria Elena. De todos modos, aún sin viajar con su marido, Maria Elena no viajaba completamente sola. Esta información no he podido contrastarla todavía con más personas que hayan tenido la misma experiencia, pero en todas las historias hay un patrón de comportamiento distinto: a Manolita no se le permitía mostrarse demasiado alegre en presencia de los hombres, a mi abuela le decían que si el novio se iba a la mili, tenías que guardarle ausencia, tenías que esperar en casa. Cada una tenía su propia historia, aunque Maria Elena sí me confirmó que había que guardar ausencias.
“Iba yo en tren hasta Medina del Campo con una pareja de guardia civiles escoltada y allí hacía transbordo, otro tren y me cogía otra pareja de la Guardia Civil, iba custodiada ya hasta Madrid, hasta la estación de Madrid. Que ya estaban allí para recogerme la familia. Las mujeres iban custodiadas, ya estaba casada”.
Iba escoltada en el tren, pero esto no es una sola anécdota aislada. Las mujeres necesitaban un permiso del marido para trabajar, pasar sacar dinero del banco. Las mujeres dependían del hombre, del cabeza de familia. Dependían del padre, del hermano, del marido.
Maria Elena tuvo la enorme suerte de ser libre, de criarse en una familia que le permitió ser libre, de un marido que la quiso y la hizo libre. De tener una posición económica que le permitió ser libre. Libre para la época. Cuando yo sea mayor quiero que alguien me pregunte por mi concepto de libertad, por mi infancia libre, mi juventud libre y mi edad adulta libre.
Os dejo el enlace de un catálogo publicado por la Biblioteca Gonzalo de Berceo titulado La mujer durante el Franquismo y que se encuentra dentro del monográfico La Mujer en España.
http://www.vallenajerilla.com/berceo/garciacarcel/lamujerduranteelfranquismo.htm#EPILOGO
Yanire Ramos
Yani, me ha encantado este relato de la señorita avanzada para su época. Qué anécdotas, que represión, ¡que ahora nos lo hagan a nosotras!, jajaja. Me gusta como lo has enfocado, me ha parecido divertido, muy gráfico, nos podemos imaginar a esta magnífica señora en determinadas situaciones, custodiada por una pareja de Guardia Civiles, que querían proteger, por Dios, ¿la joya de la corona?Qué lejano nos parece y que cercano es. También recuerdo muchos consejos que me daba mi madre. Aunque no lo menciones directamente el culto a la virginidad lo más importante del mundo, y luego te encuentras con las sorpresas que señoras muy serias, y respetables de principios del 20, la mayoría con niños de la mano el día de su boda. Paradojas de la vida. Me encanta leerte, eres muy amena y quiero más, mucho más……….
¡Muchas gracias por tu comentario Amparo! Es verdad que la historia de Elena es muy diferente a la de otras señoras de la época, y sobre la virginidad que comentas, Francisco en su historia lo dice muy claro, al final somos lo mismo, estamos hechos de lo mismo… cuánto hemos avanzado y que orgullosos debemos estar de ser libres.
! Excelente !
Gracias Elsa!
Que bien escribes yani!!!que bonito leer cada post de este blog…nos hacea viajar a otra época de la mano de tus protagonistas reales!!! MA RA VI LLO SO!
Muchísimas gracias Adriana!!
Enhorabuena Yanire por los recuerdos y historias fascinantes de das abuelas que merecen de ser contados muchas, muchas veces.
Enhorabuena Yanire por los recuerdos y historias fascinantes de las abuelas que merecen de ser contados muchas, muchas veces.
¡Muchas gracias Gene! Gracias por leer el blog y por tus palabras.